Los objetivos de emisiones establecidos por la Unión Europea han situado al diésel en el punto de mira cuando se habla de contaminación. Sin embargo, muchos desconocen que los vehículos que utilizan este tipo de carburante emiten menos CO2 que los de gasolina.

 

En la búsqueda de un planeta más limpio, el Gobierno de Pedro Sánchez sigue convencido de que “el diésel tiene los días contados” y el líder socialista estableció en su programa prohibir la venta de este tipo de vehículos en 2040 aunque ahora, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha puesto nueva fecha y es en 2050 cuando el Gobierno español espera conseguir un transporte de emisiones neutras.

 

Llama la atención que la postura que ha adquirido la Unión Europea y, por ende el Gobierno español, es justo la contraria a la que se ha adoptado en Japón.

 

En la década de los noventa, el país nipón se situó en contra de los diésel y tomó diversas medidas para poner freno a este tipo de vehículos. Prueba de ello, es que en 2005 el porcentaje de coches diésel que circulaba por sus vías ni tan siquiera alcanzaba el 1%.

 

Sin embargo, desde 2010 el camino a seguir ha sido otro. Japón considera que los modelos más actuales de coches diésel, aquellos que se acogen a la normativa Euro 6, son más limpios y, como sus emisiones de CO2 son menores que las de los vehículos de gasolina, han cambiado de estrategia. Ahora el objetivo del país asiático es que en 2030 la cifra de vehículos diésel aumente considerablemente y alcance el 15%. ¿Y cómo piensan lograrlo? Ofreciendo ayudas de 1000 euros por vehículo de motor diésel y realizando un 75% de descuento sobre el impuesto de circulación.

 

También ha influido en esto el hecho de que desde 2005 se utilice gasóleo sin azufre que es menos contaminante. En Europa el uso de este tipo de carburante es obligatorio desde 2009, por lo que el combustible que se vende tiene un contenido inferior a 10 miligramos por cada kilogramo.  

 

La venta de vehículos diésel sigue cayendo en España

 

Recientemente, un estudio de Faconauto, la patronal de los concesionarios, revela que en 2019 ha habido una bajada del 22,9% de las matriculaciones de vehículos diésel, mientras que la de los vehículos de gasolina ha aumentado un 3,7%. Desde Faconauto advierten que para cumplir con los objetivos de emisiones impuestos por Europa para este año, será necesario que los vehículos diésel representen el 50% del mercado ya que no se podrán superar los 95 gramos de CO2 por kilómetro recorrido.  

 

¿Qué ocurre con los vehículos pesados? 

 

Reducir el consumo de combustible y las emisiones también es uno de los objetivos por los que apuesta el sector del transporte de mercancías por carretera. Sin embargo, las alternativas para los vehículos pesados son escasas o, en muchas ocasiones, aún no está comprobado que sean menos contaminantes que los diésel. 

 

Sin ir más lejos, un estudio de la Federación Europea de Transporte y Medio Ambiente revelaba que los camiones de GNL (Gas Natural Licuado) emitían entre 2 y 3,5 veces más gases NOx. De hecho, las administraciones tampoco tienen claro cuáles son las alternativas más eficientes para reducir la contaminación y las empresas de transporte viven en un episodio de incertidumbre constante. Otra dificultad añadida es que los camiones eléctricos, de momento, no son una opción por la escasa autonomía de las baterías y la falta de puntos de recarga. 

 

Los transportistas siguen en la búsqueda de alternativas menos contaminantes, pero estos hechos no hacen sino acrecentar aún más la inseguridad a la hora de renovar sus flotas.

 

Por ello, es necesario que las Administraciones aporten luz a este asunto ya que solo existen contrariedades que, lejos de ayudar al sector del transporte, le ahogan aún más. Invertir en nuevas flotas supone un gasto considerable y es de locos pensar en hacerlo sin la garantía de que en un par de años no deje de ser la “solución” a la contaminación.

 

El transporte de mercancías es el motor de la economía y es vital para seguir acercando a la ciudadanía todo aquello que necesita. Por ello, necesitamos que nos escuchen y que las instituciones, en lugar de señalarnos con el dedo cuando se habla de contaminación, reconozcan nuestro esfuerzo y faciliten ayudas y opciones con la certeza real de que contribuyen a la mejora del impacto medioambiental.